domingo, 28 de abril de 2013

El Príncipe de la Noche


Cinco años, y en homenaje a los mismos, he aquí que le ofrezco, estimado lector, un pequeño relato dedicado a la memoria de tres personajes que desde siempre me han inspirado: Friedrich Nietzsche, Richard Wagner, y como un misterioso nexo entrambos, Ludwig II de Baviera. Adoro a los locos, ¿lo sabía? La gente común abunda y no es de recibo; sin embargo aquellos locos nimbados, acrisolados y galvanizados por la magia profunda de la noche, me hacen soñar y vivir. La vida consciente es frecuentemente aburrida y superficial, pero lo que llamamos realidad no es más que un diamante tallado en mil aristas; una realidad o conjunto de ellas, en las que el sueño, la vigilia, la duermevela, y la soledad, construyen una experiencia que escapa a los estrechos márgenes que a menudo nos limitan y constriñen.
¿Quién fue Ludwig II von Bayern? ¿Fue acaso el dandy homosexual y melómano de Visconti, o bien el snob alucinado retratado en Requiem für einen jungfräulichen König? ¿Fue un simple esteta soñador? ¿O bien el postrero fruto de la alucinada y degenerada dinastía de los Wittelsbach? ¿Acaso el Rey Cisne, el Rey Hada de la Noche y el Sueño? Quizás todo eso a un tiempo. Yo prefiero pensar que fue un niño atrincherado en la nobleza y debatido entre dos mundos: el de la fantasía y la nostalgia por un mundo perdido, y aquel otro que ganaba terreno estrepitosamente: el de las factorías y las máquinas. Un visionario solitario que gustaba de la bella compañía, y que necesitaba el despliegue de la belleza para sobrevivir.
¿Y por qué les elijo a ellos, y muy particularmente a él, para homenajear un proyecto como este, dedicado a la filosofía hermética? Muchos porqués, estimado lector: Porque Studia Hermetica es un proyecto que conjuga el arte, la filosofía, la música, la fantasía, y la heterodoxia. Que desciende buscando los que se apartaron y huyeron, y los que en esa huida crearon lo que ahora podemos contemplar con sumo placer bajo los Alpes Bávaros, así como en otros enclaves del sur de la actual Alemania. A otros les corresponde historiar y deducir a partir de su legado el enigma que fue. Yo en cambio me regocijo en su misterio y planeo convertirlo en arte; un trocito de su alma pasada por el tamiz de la mía, con el fin de conmemorar todo esto de una manera apropiada.
Deseo, estimado lector, que contemple este nuevo número literario de SHJ como un homenaje revestido de fuegos artificiales y de meteoritos, de óperas de Wagner y de Caballeros revestidos de las galas de los cisnes. De princesas de largos cabellos, y de malvados condes. Y también como una verdadera declaración de intenciones: seguiremos adelante. Otros cinco años, o quizás más. Nadie puede asegurar nada, pero que nadie nos quite de celebrar lo conseguido hasta ahora. Yo me tomo muy en serio el trabajo que aquí desarrollo, lo que escribo, pienso y siento. Todo pertenece a ese rinconcito de mi alma que no puede dejar de luchar y sonreír, y que no pienso abandonar por nada del mundo, salvo a causa de mi propia muerte.
Muchas gracias por seguir ahí.

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