miércoles, 27 de octubre de 2010

Veritas Odium Parit (Tercera Parte). Loa a Arturo Pérez-Reverte


"Y es esto lo que me va a condenar, si me condena, no Meleto ni Ánito sino la calumnia y la envidia de muchos. Es lo que ya ha condenado a otros muchos hombres buenos y los seguirá condenando. No hay que esperar que se detenga en mí". Platón, Apología de Sócrates, 28a-b.
Sí, ese fulano era un perfecto mierda. Como suena. Y no sólo él ostenta tal título (al fin y al cabo es otro abotargado botarate más del panorama politiquero y bombero-torero nacional), sino que otros muchos disfrutan de la misma vergonzosa condición. Tanto en las oficinas de los partidos, como de los ministerios y de sus protegidos y "colocados" (a dedo, se entiende), y como -y sobre todo- en los medios de comunicación de masas, siempre pendientes de la gresca, la guasa facilona y la moralina barata de tal o cual signo. Los policías piji-guai de lo "políticamente correcto" y del buenismo subvencionado. Buscando entre las basuras de las morgues cuando toca la gripe asesina, y dando "en exclusiva" imágenes obscenas de furcias "trabajando" en plena calle, o bien linchando a bombo y platillo a quien se ponga por delante con "declaraciones desafortunadas", como se dice ahora. Por chulos y enterados, supongo.

Y ahora le ha tocado al Sr. Pérez-Reverte. Muy bien, fantástico. Sin ironías. En cierto modo él se lo ha buscado. Le va la marcha; está acostumbrado a la guerra (no a jugar a ella, sino a la de verdad): a ser el objetivo anónimo de la metralla errante, a esconderse a vida o muerte, a la cara de los hijos de puta desalmados de contiendas absurdas. A los frutos bastardos de la indolencia, la maldad y la ignorancia. Y después de haber visto a tanto fiambre que en otro tiempo más feliz pudo ser tu vecino risueño o tu hermanita perfecta, volver a casa no es fácil. El cultivo de la literatura, la filosofía, la historia y en definitiva, de las studia humanitatis, unidas a un espíritu inquisitivo y valiente y a una lucidez generada a hostias, han dado sus frutos en un perfecto caballero de mirada penetrante, dura, inquisitiva y escrutadora. Un español de los de antes, y un modelo de hombre que escasea cada vez más, ahogado y arrastrado por la mariconería de la levedad ontológica. Ya lo sabe todo el mundo, pero lo repito: El Sr. Pérez-Reverte no es un tipo simpático cuando le tocan las pelotas. Como todos los caballeros elegantes que alguna vez fueron en este perro mundo, por cierto. Sólo que él se encuentra enclavado en la palestra, frente a los leones amanerados del circo mediático español, y con un montón de bobos y mierdecillas con el dedo gordo señalando al suelo, animándose unos a otros por constituirse en masa y por el estruendo que ésta provoca. Cobardes y malnacidos, ignorantes e idiotas.

He pensado mucho en escribir estas líneas en su defensa. ¿Defensa? ¿Para qué? Él ya se defiende solo, y muy bien. No, en realidad estas frases me las dicta el mismo ánimo espontáneo que arrastra a un hombre a defender a un amigo o a una persona de bien. Porque para mí el Sr. Pérez-Reverte es un maestro y un amigo que me ha acompañado desde casi siempre. Y además es un modelo. Y lo es debido a su cultura, su producción literaria, y a su trabajo de "mercenario honrado" durante tantos años. Es un modelo por lo que ha visto y por lo que ha luchado. Es un modelo porque tiene cojones para decir lo que otros tipos simpáticos, apocados y mingafrías se callan. Y además ha tenido éxito. Y no sólo en Murcia y en Valladolid, sino en todo el mundo. Sí, creo que una de las evidencias filosóficas de la veracidad de Dios es que este hombre tenga semejante libertad para hablar y escribir, y espero que no le falten amigos que desenvainen sus toledanas cuando escuchen el griterío de la chusma ávida de linchamiento.

En dos semanas, poco más o menos, todo quedará olvidado a favor de un gesto tontuno de tal o cual político, de un nuevo caso de violencia genérica o de que el Madrid gana setecientos cero al Alcorcón y jugando en casa. Lo que antes era un estadio repleto de fulanos embravecidos por el anonimato internetesco y el bombo mediático, se convertirá en un silencio repentino. Y tras esta aljama indiferenciada y ridícula quedará el escritor y el hombre brillante dotado de la areté de la que todos carecen. Por eso no escribo con el fin de ahondar con mi "opinión" en ninguna "polémica", sino por dar la cara. Y yo me entiendo.

Esta entrada tendría que ir en octubre, pero me parece más didáctico ponerla aquí, dado el hilo argumental de mi anterior parrafada.