sábado, 28 de noviembre de 2009

Los secretos de mi madre Alquimia


Hoy hablaré, con permiso de Mar, Miguel y José (los verdaderos historiadores de la Alquimia), de esta técnica, ciencia, arte, filosofía y religión. Lo hago porque debía hacer una exposición oral para la asignatura Historia de la escritura y del libro manuscrito, que imparte con maestría (quien me conoce sabe que cuando digo esto lo hago sin ánimo alguno de pelotear) la Dr. Moreno Trujillo, y escogí a la Alquimia como tema. Por otro lado, tengo que decir que estoy disfrutando bastante de esta asignatura, y además la considero fundamental en la licenciatura de Historia (en general, considero importantísimas aquellas asignaturas que lindan con la Paleografía, la Codicología, la Diplomática o la Epigrafía), porque en ellas uno aprende, por ejemplo, a hacer una edición crítica o diplomática de un texto, aprende a leer los tipos de letra del pasado: la gótica, la carolina, los alfabetos del nuevo sistema romano (uncial, semiuncial y la minúscula cursiva), etcétera. Sobre esto aún no puedo hablar mucho porque lo estoy aprendiendo ahora mismo, pero desde el principio me pareció un tema muy complejo y vital si uno quiere dedicarse a esto de la Historia. Al fin y al cabo, ser un historiador "contemporáneo" es lo más fácil del mundo; de hecho, con frecuencia he observado cómo muchos sujetos se cuelan en los Departamentos de Historia Contemporánea precisamente por su falta de talento para la Historia en sí (en este Departamento, salvo honrosas excepciones que he tenido la suerte de conocer, a uno sólo le hace falta tener "ideología", elevar un ominoso discurso pseudointelectual y criticar de vez en cuando a los políticos... con eso basta). Jejejeje, ahora mismo me estoy acordando de más de un ejemplo, y es que me parto de la risa, se lo aseguro. Grotesco.

Volviendo al tema que me ocupaba, desde el principio barajé para esta exposición oral que comentaba, dos temas que me parecían interesantes: el Ars Magna de Ramón Llull y la simbología alquímica. El primero me pareció un tema muy difícil de tratar en una exposición oral, y me hubiera obligado a explicar conceptos filosóficos muy complicados y quizás cansinos para el común de los mortales. Además, el sistema lógico-simbólico luliano me resulta extremadamente difícil de aprender y muchísimo más de explicar. Hace años me metí en el cuerpo una cantidad nada despreciable de bibliografía sobre esto, y no saqué en claro demasiado. El segundo tema me pareció, en cuanto pensé más sobre ello, un candidato ideal.

Al fin y al cabo, la Historia de la Alquimia es un tema apasionante, atractivo y estéticamente seductor para cualquier lego. Hacía tiempo había leído un artículo de Barbara Obrist que me pareció genial: “Visualization in Medieval Alchemy”, en HYLE, International Journal for Philosophy of Chemistry, Vol. 9, No.2 (2003), pp. 131-170, y decidí que lo utilizaría como base para el tema. Pero no era suficiente. Tenía que hacerme con otra referencia bibliográfica, y en esto José (como es habitual), me echó un cable, y tuvo la amabilidad de pasarme el libro de la misma Sra. Obrist, Les débuts de l'imagerie alchimique (XIVe-XVe siècle), París: Le Sycomore, 1982. Esta última obra es alucinante, y no me extraña que José me comentara que le hizo madurar muchas de sus ideas y en general que cambió su visión sobre este asunto tan delicado y complejo (el de la iconografía alquímica, digo). La calidad intelectual y el cuidado análisis con el que la Sra. Obrist aborda este tema me dejó estupefacto. Aún lo estoy leyendo despacio, disfrutando cada página, y espero aprender lo suficiente como para defenderme en el asunto; un asunto que por otra parte, desde que me inicié en estos herméticos temas, siempre me fascinó, pero del que poco entiendo.

Bueno, en mi reciente viaje a Toledo (del que hablaré más tranquilamente el próximo mes), pude consultar algunas cosas, con el fin de preparar una exposición oral mínimamente digna. Desde el principio tuve claro que tenía que ser algo ameno pero razonablemente fundamentado. No quería hacer ninguna chapuza, pero tampoco quería que fuera un ladrillo insoportable, porque al fin y al cabo estás hablando ante personas a las que no tiene por qué gustarles el tema, con lo que se hace necesario exponer unas ideas-fuerza que resulten atractivas al oído y a la vista. En este sentido, con la Alquimia uno lo tiene bastante fácil: los libros y manuscritos que lindan de un modo u otro con ella -y hablo a partir del siglo XV principalmente-, son muy bellos, y se prestan a la fascinación con facilidad. Al menos a mí siempre me ha gustado ojear (porque no entendía mucho) las imágenes impresionantes del Splendor Solis (1532-1535), del Aurora Consurgens (ca. 1400-1420) o del Libro de la Santa Trinidad (1414-1418)... ¿Quién no ha oído hablar de -o ha visto alguna vez- la figura del Rebis? Sobre esto José ha hablado mucho y muy bien en su cuaderno de notas, y a éste me remito... Pero bueno, me parecía interesante elaborar en una presentación de apenas veinte o veinticinco minutos sobre la Historia de la Alquimia a través de sus libros y sus manuscritos.

Para la exposición oral tomé en consideración muchas de las explicaciones que había leído de José en su cuaderno de notas (sobre todo en su fabuloso ciclo de entradas Fluctuat nec mergitur), que me dieron la clave para hacer algo decente. Además, tuve claro desde el principio que la joyita iba a ser el archiconocido Atalanta Fugiens (1617) de Michael Maier (1569-1622), y que se encuentra publicado en Azogue misma. Eso de que un libro tan súper-antiguo de la muerte se pueda ver, leer y escuchar, resulta muy chocante para cualquiera. Y bueno, con el cedé que viene en la segunda edición de cierta importancia que se edita en España de esta enigmática obra, ya tenía parte del trabajo hecho. De hecho, la ejecución de estas fugas está fantásticamente llevada a cabo en este cedé del que hablo (o al menos a mí me lo parece), por lo menos comparada con otras interpretaciones que he oído. Además, por aquello de que fuera un tema de lo más "multimedia", vinculé la introducción del documental algo jolibudiense (pero muy bonito) "The Philosopher's Stone. The true story". Asimismo, y como ya he dicho, la idea era poner la fuga correspondiente a los emblemas expuestos en la presentación (al final, decidí poner solamente tres, por aquello de no eternizarse).

En fin, el resultado fue más o menos así: primero traté de explicar qué es lo que me proponía:

1. Hacer un esbozo divulgativo de la Historia de la Alquimia, sobre la base de sus textos más conocidos y llamativos (aunque me dejé muchos por el camino, eso seguro).

2. Con el fin de llevar a cabo esta tarea planteé una definición de la Alquimia sobre la base de tres definiciones que me parecieron muy pertinentes, y que José ha colocado en la presentación de Azogue (del Lapidario, del L'alchimiste chrétien y del Tratado de la Analysis del Arte de la Alchimia). Estas definiciones me parecieron interesantes porque me ayudaban a introducir varios conceptos que considero importantes en el estudio de la Alquimia: el primero introduce la idea de que la Alquimia trataba de "mejorar las cosas" (i. e. la materia, la naturaleza); el segundo, que la Alquimia está basada en mucho sobre bases "estoicas", en el sentido de que sostenía la unidad de la materia (=la unidad de la esencia divina en el "microcosmos matérico"), y que en la práctica aseguraba la posibilidad de la transmutación, entre otras cosas; y la tercera definición introducía a la Alquimia como un estudio del "Reino Mineral". Creo que estos tres conceptos ayudan bastante a comprender qué es la Alquimia. Asimismo, obvié la discusión que desarrolla Obrist acerca del lugar de la Alquimia en el conjunto de saberes medievales; al fin y al cabo, la Alquimia era una de las únicas scientias (o técnicas, o artes manuales), que se acercaban a la materia prima, a la materia, en definitiva; esto me lo explicó muy bien José. La Alquimia se encontraba al margen de la abstrusa y contemplativa "ciencia" aristotélica, y fue una pionera en el estudio y la experimentación de la materia en sí. Y supongo que en parte por esa razón se la consideró como una rama heterodoxa del saber.

3. Comencé por el principio: Zósimo de Panópolis y Egipto como punto de partida para mi análisis. Después continué un poco por la Alquimia árabe, de la que no sé absolutamente nada, por lo que me limité a mostrar esa curiosa y fascinante interpretación de los jeroglíficos en clave alquímica (y que venía de perlas para la asignatura en cuestión, un tema del que José habló en su entrada Fluctuat nec mergitur (III), el 30 de mayo de este año); de todas maneras, hablé algo del Kitāb sirr al halīqa como el texto que cambiaría la tradición alquímica en el Occidente Latino (ya se sabe: la Tabla de Esmeralda y la tradición de Hermes como Padre de la Alquimia). Después de esto, me dispuse a comentar un poco el tema de la Alquimia Medieval, de la mano del artículo de Obrist que ya cité y de nuevo de las explicaciones que dio José en su cuaderno de notas.

4. A partir de aquí me centré en lo que de verdad me proponía, que era comentar un poco los libros y los manuscritos alquímicos a partir del s. XV (debido a que son los más agradables a la vista, los más curiosos, los más complejos y los más interesantes para la asignatura en cuestión). Me centré en el "principio" (el Libro de la Santa Trinidad, 1414-1418), y comenté algunos de sus motivos iconográficos: primero, la representación alquímica de la Santísima Trinidad, después el Cristo resucitado (una alegoría del proceso alquímico de sublimación), luego obviamente el Rebis alquímico, del que expuse la representación ¿más conocida? La de este Libro de la Santa Trinidad, y la comparé con la que puso José en su cuaderno de notas cuando editó el Liber hermetis (en este tema ahondé en que el alquimista no sólo utilizaba para su obra los metales, sino también el reino animal, y de ahí esta metáfora o alegoría de la dualidad de los reinos intervinientes en la obra alquímica). Por último, bajo el epígrafe "Filosofía y escritura", comenté un poco lo que Obrist sostiene en cuanto a esta caligrafía de trazo circular, que trata de representar la perfección del círculo, y/o los procesos cíclicos del cosmos.

5. Luego me dispuse a comentar algunas imágenes del Aurora Consurgens: la dualidad a la que antes aludía, esa curiosa imagen del simio, y por último el principio alquímico de que "la naturaleza venza a la naturaleza", bajo el epígrafe de "La batalla entre el Sol y la Luna" (en el libro aludido de Obrist, ésta lo denomina así, "La lutte entre la lune et le soleil", pp. 214-218, en la que comenta que "Il s'agit en effet de faire 'vaincre' une 'nature' par l'autre, de sorte qu'un nouveau corps puisse être formé"). Este principio ahonda en esa concepción de que el alquimista se vale de los principios naturales para mejorarla, "enfrentando" de este modo a los elementos que componen la materia.

6. En el Pandora, das ist die edelste Gab Gottes (Anónimo, 1582), en el que sale una imagen del Trimegisto con la Tabla Esmeraldadesplegada, traté de comentar un poco aquella tradición de Hermes como "Padre de la Alquimia", y de dónde vino: su recepción el Occidente y su origen en la alquimia árabe. En definitiva, trataba de explicar uno de los temas más recurrentes en la Historia de la Alquimia, con el fin de captar la atención del público.

7. Después me dispuse a comentar un poco el proceso de la obra alquímica, y los momentos por los que pasa la materia en la Obra, sobre la base del bello manuscrito Sloane 2560 (s. XV). Me pareció conveniente hablar sobre el proceso alquímico en sí, uno de los temas más recurrentes tanto para los legos como para los entendidos en esto de la alquimia. Un tema fascinante, de eso no hay duda.

8. Después comenté algo qué es eso de la Lapis Philosophorum, siguiendo de nuevo las explicaciones de José en su cuaderno. Como ya indiqué, puse durante unos minutos el documental The Philosopher's Stone, y comenté algo sobre el tema: la búsqueda de la sustancia que permitiera la transmutación de los metales innobles en oro y plata y el elixir de la vida eterna. Por otro lado, y no sé si acertadamente, expliqué que este proceso se haría cada vez más metafórico, a medida que nos adentramos en el religioso siglo XVII, concibiéndose esta piedra filosofal como el resultado de la palingenesia (la regeneración espiritual). En fin, no sé si estoy equivocado en esto, pero sí creo que el aspecto religioso de la Alquimia se fue acentuando más y más a medida que nos encontramos con los fenómenos de la Pansofística y del Rosacrucismo, desde finales del s. XVI en adelante.

9. Siguiendo con esto, y aprovechando que habíamos visto en el Archivo de la Nobleza algunas documentos de ejecutoria de hidalguía, comparé a éstas con la representación iconográfica del Splendor Solis, sobre la base de dos de sus hermosas ilustraciones: la primera, que representa la correspondencia astrológica de los elementos (un Sol y su reflejo), y la segunda, el propio Hermes con una vasija en sus manos en la que un pliego reza "Vamos a la búsqueda de los cuatro elementos de la Naturaleza". Los dos me parecieron muy pertinentes para explicar convenientemente el tema. El Splendor Solis, según me comentó José, fue un intento de otorgar nobleza a la Alquimia, y desde luego está bastante conseguido este propósito. Estas "ejecutorias de hidalguía" son los más hermosos documentos de la Edad Moderna, de eso no hay ninguna duda.

10. Bueno, y no podía pasar sin comentar algo el Amphitheatrum Sapientiae Aeternae (1595) de Heinrich Khunrath: el "laboratorio" alquímico que se refleja en uno de sus más conocidos emblemas y su carácter pansofístico, en el que ahondé más tarde (explicando un poco más la cosmovisión que imbuía a la Obra) con el Opus Medico-Chymicum (1618), en su más conocida (y hermosísima) ilustración.

11. Después di algunas explicaciones sobre el Atalanta Fugiens, del que ya comenté algo más arriba, y tres de sus emblemas: la importancia del fuego en la Obra, lo que supongo es el Spiritus Mundi que inunda a la Creación y el Uróboros que afirma la unidad de la materia. Y además comenté algo sobre la figura de Michael Maier, como alquimista en la Corte de Rodolfo II.

12. Y para ir terminando, y como forma de "abrir los ojos", comenté algo sobre la parte menos conocida del trabajo de Isaac Newton (1642-1727): su dimensión como alquimista, sobre la base de sus notas en este aspecto (New Haven, Yale University, Mellon MS 79, ss. XVII-XVIII, ca. 1700). Lo hice porque me parece muy interesante subrayar la complejidad de estas personalidades de la ciencia a las que se les mete en categorías simplistas y anacrónicas. Y con ellos a toda una época del pensamiento humano que en sí misma posee una belleza y una dimensión intelectual en absoluto despreciables.

Y por último comenté los dos recursos de Historia de la Alquimia en Internet más importantes: la propia Revista Azogue y The Alchemy Website, porque en estos temas la morralla y la tontería abunda en Internet por encima de los planteamientos historiográficos serios y el despliegue artístico. Y ya como diapositiva final, puse una pequeña bibliografía con lo que conozco del tema (por lo que sé de lo que José escribe y demás). También llevé, para que vieran un poco los libros y demás, la edición de J. Godwin que publicó Atalanta y el bonito libro de ilustraciones que publicó Taschen, Alquimia & Mística.

¿El resultado? Pues creo que les gustó. Al menos un par de compañeros me dijeron que les había resultado muy interesante, e incluso uno de ellos me pidió una bibliografía para ahondar en el tema. Bueno, ¡a ver si hacemos cantera! Por lo menos yo me divertí bastante hablando en público sobre un tema del que poco se habla seriamente. Yo creo que con un poco de seriedad y buen hacer se puede lograr que más jóvenes investigadores se decanten por la alquimia o el hermetismo para desarrollar sus tesis. En fin, que estoy bastante satisfecho. ¡Y espero no haber metido mucho la pata en mis explicaciones!

En cualquier caso, he subido la presentación, y el interesado la puede descargar clicando sobre esta imagen: