domingo, 18 de enero de 2009

Angustia, intimidad, serenidad


"El tiempo de la vida humana es un punto; su sustancia, fluida; su sensación, oscura; la unión de todo el cuerpo, corruptible; su alma, vagabunda; su azar, inexplorable; su fama, indiscernible. Para decirlo de una vez: todo lo del cuerpo es un río; lo del alma, sueño y vapor; la vida, una guerra y un exilio, y la fama póstuma, olvido. ¿Qué es lo que nos puede guiar? Sólo y únicamente la filosofía". Marco Aurelio. Meditaciones, II, 17.
Comienza un nuevo año en la página y, la verdad, no me parecía oportuno retomar este cuaderno sin llevar a cabo una digna actualización. Bueno, el resultado está ahí, y espero que ésta sea una nueva semilla que dirija mejor mis pasos durante todo el 2009. Pero dejo para más adelante una descripción detallada de las actualizaciones. Ahora deseo hablar de una de mis obsesiones en el campo de la historiografía aledaña a la Historia de la Filosofía Hermética tardoantigua, es decir, la tan comentada "crisis" del siglo III, o mejor dicho, el largo periodo que va desde las conquistas alejandrinas del Oriente (s. IV a. C.) hasta, por decir algo, el reinado de Juliano César ya en pleno siglo IV d. C.; se trata, como se ve, de un larguísimo periodo en la historia de nuestra civilización, y además se da la circunstancia de que se trata de un periodo de una complejidad enorme y de un interés capital para entender nuestro propio mundo moderno. Asimismo, el estado de nuestras fuentes con respecto a este periodo es definitivamente nefasto (de hecho, las fuentes escasean casi completamente en lo referente a ciertas filosofías helenísticas como el epicureísmo y el estoicismo, por ejemplo). Es más, si no fuera por la encomiable labor de conservación llevada a cabo por Bizancio hasta los albores del mundo moderno, poco podríamos decir acerca de muchos textos no sólo filosóficos del periodo helenístico y romano del Alto, y sobre todo, del Bajo Imperio. El relativo aislamiento de Europa durante la Alta Edad Media, no pudo ensombrecer el inmenso y decisivo legado del conjunto de la civilización helenística en el mundo mediterráneo, que dio frutos tan jugosos como la filosofía hermética que nos ocupa.

Decía Anthony A. Long en la introducción a su manual de cabecera La filosofía helenística: estoicos, epicúreos, escépticos, que la filosofía helenística "es a menudo considerada como un insípido producto de pensadores de segunda categoría, que no pueden ser puestos en comparación con Platón y Aristóteles" (Revista de Occidente, 1977, p. 9), y a continuación nos dice que precisamente la finalidad del manual en cuestión será la de poner en valor este largo periodo (desde la muerte de Alejandro, en el año 323 a. C. hasta el comienzo del principado de Octavio, tras la batalla de Actium en el año 31 d. C.). Comento estas palabras de Long y doy esta cronología convencional con el fin de apuntar dos cosas: la primera que yo también pretendo poner en valor este larguísimo periodo de tiempo, y segunda, y siguiendo con el argumento, que desde mi punto de vista, sería más útil para los historiadores prolongar el periodo helenístico hasta el colapso del Imperio Romano de Occidente (476 d. C.), es decir, cuatro siglos más. ¿Y esto por qué?, pues nada menos que porque es precisamente bajo dominación romana cuando la civilización helenística se afianza en todos los pueblos del Mediterráneo, hasta alcanzar el grado máximo de expansión y fortaleza con el que habitualmente lo reconocemos, en el momento justo en el que los "pueblos bárbaros" (a ojos griegos) sean los llamados a hacerse con las riendas de la civilización y del pensamiento griegos.

Todo esto viene a cuento, en realidad, por mi relectura de las Meditaciones de Marco Aurelio, una bellísima joya del pensamiento escrita en griego por un romano de una gens de origen español... Desde mi punto de vista, esta mezcla cultural y racial bajo una misma administración, es la que convierte a la civilización helenística de la Antigüedad Tardía en un engranaje cultural asombroso, que de hecho no volvería a repetirse hasta nuestros días. Por lo tanto, aparte de constituir un objeto de estudio fascinante para los historiadores, se da la circunstancia de que contiene muchas de las claves "antropológicas" para la comprensión de nuestro propio mundo, y en particular en lo que tiene que ver con las difíciles relaciones interculturales entre las comunidades, y de éstas con la estructura jurídico-política dominante, sea ésta helenística o romana. No obstante, frecuentemente se suele hablar de esta época en los términos subjetivos de "crisis", "irracionalidad", "decadencia", "angustia", "huida", "misticismo", "soledad", etc. Desde luego, es indiscutible que fue una época difícil para sus contemporáneos, pero de ninguna manera veo la relación entre esto y una supuesta decadencia filosófica, sobre la base de estos epítetos tan siniestros e inquietantes. Lo mismo, por ejemplo, podría decirse de los siglos XIX y XX, y es precisamente durante estos dos últimos siglos cuando más ha crecido nuestra comprensión del "macrocosmos" que es el funcionamiento general del Universo, y del "microcosmos" humano, y cuando más se han mezclado (y matado) las culturas humanas a lo largo del mundo.

En resumen: las etapas helenísticas no son etapas de decadencia y ruina, y desde luego las filosofías helenísticas y las gnósticas no tienen por qué ser el chivo expiatorio de las hambrunas, las pestes y las crisis sucesorias. De hecho, el sincretismo religioso y el "mestizaje ideológico" darían como resultado filosofías tan bellas como el estoicismo, el neoplatonismo, el cristianismo o el propio hermetismo. Es evidente, por otro lado, que la calidad dialéctica de éstas queda en entredicho al leer las monumentales obras de los dos pilares básicos de nuestra civilización: Platón y Aristóteles, pero esto no es así cuando nos centramos en hechos históricos tan notables como la extensión universal de la cultura griega, o la propia calidad estética de las filosofías producidas por los pueblos bárbaros, que dan la razón al mismísimo Sócrates (en el Fedón) cuando en su lecho de muerte conminaba a sus discípulos a buscar la sabiduría no sólo entre los griegos, sino también en los pueblos bárbaros. Desde luego fue así; los continuadores de la filosofía griega clásica y presocrática fueron, de hecho, "orientales", desde Zenón de Citio hasta Plotino o Jámblico.

Volviendo a la citada obra de Marco Aurelio, no puedo sino admirar la calidad poética de sus razonamientos. En éstos se vislumbra de todo menos una huida irracional de la sociedad, como deja claro esta magnífica sentencia:
"El arte de vivir es más semejante a la lucha que a la danza, por el hecho de que hay que mantenerse inamovible y preparado para lo que nos pueda caer y nos sea desconocido" (Med. VII, 61).
Desde mi punto de vista, resulta ejemplar esta obra del estoicismo romano tardío, y junto a otras obras que me inspiran equivalente serenidad, como el Fedón y el Banquete platónicos o la Consolación de la Filosofía de Boecio, la Docta Ignorantia de Nicolás de Cusa, o el De Amore de Ficino, por poner algunos ejemplos, pertenece por derecho propio al rinconcito que reservo a mis obras filosóficas de cabecera. Todas estas obras son profundamente "humanas", lúcidas y, sobre todo, de gran calidad estética (como buenas obras platónicas que son), y de hecho todas estas obras de carácter ético, teológico, etc., resultan doblemente admirables al tratarse de producciones literarias y filosóficas realizadas por personas curtidas en vidas durísimas, como la vida de nuestro Princeps Marco Aurelio Antonino, por ejemplo.

En cuanto a las actualizaciones, he puesto en práctica algunas de mis obsesiones, a saber: he creado una sección dedicada a la filosofía hermética (por supuesto, comenzando por el hermetismo tardoantiguo), que poco a poco iré desarrollando con más epígrafes, así como con nuevas aportaciones históricas a los textos fundadores (medievales, renacentistas, teosóficas, ocultistas, etc.). Por otro lado, he mejorado sustancialmente las secciones destinadas a la bibliografía y a los enlaces (¡ya iba siendo hora!). Asimismo, he mejorado en algo la sección dedicada al hermetismo técnico, anotando el texto existente y ordenando mejor la bibliografía. Finalmente, he incorporado a la biblioteca el trabajo del Sr. Calvo Martínez "La magia en la Grecia Arcaica y Clásica", orig. public. en Daímon Páredros: magos y prácticas mágicas en el mundo mediterráneo, coord. por Gonzalo Cruz Andreotti, Aurelio Pérez Jiménez, 2002, pags. 79-106, al que por supuesto he de agradecer enormemente su gran amabilidad y generosidad (además, me ha prometido otros trabajos suyos que espero subir a la página en breve). Además, he subido la muy útil cronología hermética expuesta en el segundo volumen de la obra Magia, alchimia, scienza dal '400 al '700. L'influsso di Ermete Trismegisto/Magic, Alchemy and Science 15th-18th centuries. The influence of Hermes Trismegistus, ed. de C. Gilly and C. van Heertum, eds. Florence, Centro Di, 2005, pp. 9-12, así como un trabajo del Sr. Petkovic que trata sobre la cosmovisión patriziana ("A new look at Patricius' theories of space as an argument for the copernican-patricius principle in modern cosmology"), y que el mismo autor me envió hace algunos meses. ¡Espero que todas estas aportaciones sean de ayuda para alguien!

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