jueves, 21 de agosto de 2008

Terror en la biblioteca de Historia


A pesar de que esto es un cuaderno de notas sobre Historia del Hermetismo, no puedo pasar sin comentar un episodio surrealista que tuve ocasión de vivir anteayer en la facultad de Historia. Ignoro cuánta gente lee realmente este cuaderno, de hecho, a veces creo que aparte de mí mismo, son sólo un par de personas que casi me hacen un favor. Pero esta entrada no iba de eso, no se preocupen, sólo lo digo porque me gustaría que el mayor número de personas se enteraran de esta payasada en concreto. El caso es que me encanta leer el artículo del Sr. Pérez-Reverte todos los domingos, ya que para mí es un verdadero maestro, y precisamente le cito a él porque en más de una ocasión ha comentado cómo situaciones que antes hubieran provocado una carcajada, un gesto de incomprensión o una más que razonable reacción poco amistosa, hoy día se toman como normales.

Pues bien, ubíquense: dos semanas antes de los exámenes de septiembre, Ivanito Elvira quiere libros pa estudiá y su legítima tres cuartos de lo mismo, un pasillo bibliotequesco otrora pleno de vida y ahora hundido en las brumas del misterio, unas terroríficas mantas negras que cubren los ordenadores de consulta al catálogo y las estanterías, y que parecen la túnica con el que el malo de Sé lo que hicisteis el último verano se enfundaba las carnes, una pared de ladrillos desnuda al fondo, ni un alma en las salas... Cuando parecía que se iba materializar algún fenómeno paranormal, sucedió lo inevitable: una auxiliar de biblioteca salió de Dios sabe dónde y nos dijo: "¿Es para devolver?". La reacción no se hizo palabra, sino gesto: un "¿qué?" como un castillo. Y después la explicación, con un tono muy razonable, correcto, y además con una frase escueta: "Estamos de reformas". La consiguiente respuesta por mi parte fue más o menos así: "¿A quién se le ocurrió esta lumbrería?". Casi le dolió mi comentario a la auxiliadora, con lo que contestó contrariada: "¿Y cuándo lo íbamos a hacer?, ¿durante el curso?". Inmediatamente brotó un "sí" de mis labios... Se hizo un silencio incómodo. Algo sobrepasada por las circunstancias, la auxiliadora soltó las típicas frases de rigor: "No... no es responsabilidad mía", "así es como estamos, etc.".

Bueno, me marché blasfemando, atónito, pero algo divertido. Al fin y al cabo uno no presencia un espectáculo tan patético como este todos los días. Menos de dos semanas antes de los exámenes de septiembre, se cierra una biblioteca sin previo aviso, una biblioteca donde los estudiantes vagos y catetos como yo vamos a consultar no sólo la "bibliografía del empollón", sino los manualillos básicos al uso. De hecho, hay libros que no podré consultar en otra biblioteca y menos comprarlos y que estaban en aquella terrorífica y desolada biblioteca del miedo. En fin, a la pregunta de cuándo podrían haber hecho las dichosas "reformas", supongo que se me ocurren muchas respuestas: durante los meses "muertos" (octubre, marzo, abril), o bien después de la última convocatoria ordinaria de junio, esto es, en julio. Pero no, es evidente que una biblioteca con ansias de reforma progresista debe cerrarse las semanas de más ajetreo, justo antes de la convocatoria de septiembre. Supongo que es lo lógico. Bueno, imagino que al que tomó la decisión le importará bien poco, pero lo que es a mí, deseo que sepa que me he acordado mucho de sus parientes más cercanos.

Por cierto, ya queda muy poco para uno de los acontecimientos más importantes de la Historia de la Alquimia, y desde aquí mando saludos y ánimo a todos los ponentes, y en concreto a su organizador, Miguel López, que supongo estará atareadísimo durante estos días.

Nada más. Que descansen en paz las almas que se han ido.

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