lunes, 12 de mayo de 2008

Universitas Creatrix Asini


"Quod natura non dat, Salamanca non praestat".

Me temo que el periodo actual de exámenes me dejará poco tiempo durante los próximos dos meses para ocuparme debidamente de este cuaderno. Y cuando digo esto, automáticamente me vienen a la cabeza todas mis reflexiones y blasfemias sobre y contra la universidad, y en general contra el actual sistema de aprendizaje, y la visión que se tiene sobre el conocimiento "humanístico".

Ayer asistí a un acto solemne (aunque por momentos no lo pareció), en el que el decano de la Facultad de Filología dijo aquella frase hecha de "corren malos tiempos para la lírica". Y qué razón tenía el hombre. Corren muy malos tiempos para todos aquellos que entran en la institución universitaria, no pensando en un oficio y un burdo beneficio, sino en aprender sin más. Normalmente, las personas que albergan más o menos la idea de que la universidad es un santuario del conocimiento (me resulta difícil no soltar una risotada mientras escribo esto), eligen las carreras humanísticas. Y es que las ramas "humanísticas" están infravaloradas por el conjunto de nuestra civilización, aunque pretendamos echarle la culpa al gobierno de turno (al de aquí o al de Bruselas). Siendo justos, en nuestros días la universidad se ha convertido en una especie de "engranaje funcionarial", en una ciega máquina escupe-funcionarios, o parados (valga la ironía).

Chicos y chicas que entran en la universidad, amparados por padres que "no pudieron estudiar", o que estudiaron y exigen que sus hijos no sean menos, y que aprendan a decir estupideces como "ex professo", o para que agudamente adviertan que Niebla no es un infame bareto de copas sino una obra muy conocida de Unamuno, o que la novela de Cervantes continúa, a pesar de todo, después de aquel "En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme..." Chicos y chicas que abarrotan las aulas universitarias, y que deberían estar aprendiendo un digno oficio como albañiles, carpinteros, fontaneros, soldadores, torneros, pintores, o como eficientes administrativos, o enfermeros, o qué sé yo. Y sin clasismos y tonterías, desde mi punto de vista es mejor un buen fontanero que un mal abogado. Las vocaciones se cuentan por cientos, y los trabajos "manuales" no valen menos que los llanamente intelectuales. En realidad no se trata sólo de dinero, sino de prestigio social. No queda chachi decir "soy electricista", pero sí "tengo mi carrera terminada de Ocupabilidad Intrínseca para los Métodos Ajenos a la Radiación Ultravioleta (OIMARU), una profesión en alza que es la hostia... te lo digo de verdad, o sea".

Por todo esto, la universidad se ha convertido en algo que nunca debió ser: en un mero centro de "estudios superiores", como la antigua y dignísima "Formación Profesional", y ha abandonado en este declive su propia idea fundacional: la de convertirse en la garante de la transmisión de nada menos que más de dos mil quinientos años de esfuerzo intelectual, y en la punta de lanza del progreso cultural. Por estas razones, y otras muchas que no caben en un cuaderno de esta naturaleza, la universidad ya no tiene ninguna credibilidad. No digo que no salgan buenos matemáticos, físicos, médicos, químicos, etc., pero sí digo que no salen buenos filósofos (de hecho, no salen filósofos), o buenos filólogos, lingüistas, artistas, literatos, antropólogos o historiadores. Además, creo firmemente que la "ciencia humanística" (o como se quiera denominar a todas las ramas del saber cuya herramienta es el lenguaje y sus infinitos símbolos y aplicaciones), es superior en todos los sentidos a cualquier conocimiento técnico o científico desnudo, precisamente por algo que un gran filósofo dijo una vez:
"La ciencia de las cosas exteriores no me consolará de la ignorancia de la moral en el tiempo de la aflicción, pero la ciencia de las costumbres me consolará siempre de las cosas exteriores". Blaise PascalPensamientos.
En concreto, podría llenar páginas enteras de anatemas contra la carrera de Historia. Según mi experiencia, el nivel de calidad del alumnado se acerca al coeficiente intelectual de los usuarios de un lupanar, y en cuanto a los profesores (salvo excepciones, que las hay, y aunque no abunden nos salvan al resto de los pobres mortales del desastre absoluto), difícilmente se les podría llamar "maestros". Las asignaturas de la carrera de Historia están mal planteadas: algunas que debían de ser anuales son cuatrimestrales, y viceversa... Pero lo peor de todo este desaguisado es que las clases están planteadas como "dictados", para que luego brillantes alumnos suelten estos "apuntes" plagados de faltas de ortografía e incoherencias en un examen. Y aquí llegamos a lo más importante: aquellos (y sobre todo, aquellas) que tengan mejor memoria (es decir, los que bisbisean una semana antes del examen, y después, como ametralladoras, hacen "ratatatá" el día oportuno), son los que accederán más fácilmente a los posgrados, a los másteres, y quizás los que encuentren trabajo antes y los que serán mejor valorados: "He sacado un doce papi, en serio", etc.

Una vez dijo un maestro que las instituciones obsoletas (y se refería a los centros de enseñanza), con frecuencia ya no pueden cambiar, y que había que crear otras si se deseaba avanzar. ¿Tendremos los humanistas que crear otra institución ajena a la universidad?

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