martes, 8 de abril de 2008

¿Obstáculos? Sí, por favor


"¡La sangre pagana vuelve! El Espíritu está próximo, ¿por qué Cristo no me ayuda, dando a mi alma nobleza y libertad? ¡Ay! ¡El Evangelio ha pasado! ¡El Evangelio! el Evangelio". Arthur Rimbaud, Una temporada en el Infierno.

La universidad me decepcionó desde el principio. Luego supe por Pío Baroja que mi decepción se parecía mucho a la del protagonista de su Árbol de la ciencia. He tenido bastantes años para conocer el porqué de esa decepción, y aunque este cuaderno no es un "libro de reclamaciones", me voy a permitir decir lo que pienso, para así poder explicar mejor al lector los obstáculos que he encontrado en mis "estudios herméticos". Cuando José Rodríguez me animó a que dejara constancia aquí de mis pensamientos y desventuras, quedé desconcertado: "¿por dónde empiezo?", pensé. Sólo afloraba en mí un canino deseo de desahogo... pero que nadie se asuste, confieso que me exasperan el pesimismo cáustico y el lamento gratuito. Pues bien, desde el principio pude ver que la universidad no era aquel lugar donde las personas que deseaban conocer se reunían para compartir sus cultas pasiones; esta carcajeante candidez que el lector debe achacar sin más a la edad, dio paso a la realidad. Realidad que por no venir al caso no describiré.

Me parece bien que sensibles y concienciados estudiantes se reúnan para actividades teatreras y poéticas, amén del politiqueo comunistoide... Lo único malo es que parecen ser los únicos intereses intelectuales o pseudointelectuales de la afamada comunidad estudiantil. Volviendo a lo que nos incumbe: ¿cuáles son las consecuencias de todo esto? Pues nada menos que catálogos informáticos incompletos y desquiciantes, bibliotecas caóticas y desorganizadas, profesores insufribles, botarates y aburridos, actividades y cursos de interés dudoso, decadentes espectáculos botellonescos... En cualquier caso, mi primeriza reacción misántropa ha evolucionado hacia una ironía compasiva. "Sois la generación del todo a cien", recuerdo que dijo una vez un profesor muy estimado por mí... aunque lo peor fueron las caras de incomprensión, indiferencia y nihilismo difusode mis queridos compañeros ante esas alarmantes palabras.

"Qué libros más raros pedís", me dijo una vez una bibliotecaria (obsérvese el curioso e inquietante plural). Y sí, hace años que pido libros raros, preciosas joyas del saber olvidadas en esas bibliotecas que gracias a Dios están desiertas para mí. Y es que, en general, los libros que lindan con el hermetismo están relegados a viejos sótanos polvorientos. Descatalogados, mal colocados, extraviados, olvidados... así es el triste destino para muchos libros, y teniendo en cuenta esto, una de mis aficiones es hacer que esos libros se cataloguen, la de colocarlos bien y recuperarlos, y leerlos.

Por todo esto, cuando descubrí Azogue hace algunos años y supe de su editor, pensé Ecce homo, he aquí el hombre. Un investigador que dedica su tiempo a su pasión y sin subvención, y además un investigador joven... Dice José Rodríguez en su Weblog que no sabe cómo me habré tomado sus indicaciones sobre el erial hermético español, y además que él se hubiera "hecho cruces". Pues bien, cruces no, más bien elevé un rezo a la Virgen de Montserrat.

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