domingo, 27 de abril de 2008

Las cosas en su sitio


"Tras los ojos alzar, vi a quien concilia
todo saber en sí: sentado estaba
entre la filosófica familia". Dante. Divina Comedia.

Normalmente las críticas dirigidas desde posiciones "ideológicas" contra la labor académica se debaten entre el "no comprendéis el valor sagrado de los textos", y el "vuestro trabajo es frío y descorazonador" (otra forma de denominar al quehacer histórico o científico). Bien, sobre esto tengo muchas cosas que decir. En primer lugar, no es cierto que la labor científica sea desapasionada, sino que el método utilizado es riguroso y extremadamente elaborado. En segundo lugar, la labor histórica no tiene por qué desmerecer la verdad (filosófica) que alberga su objeto de estudio. En tercer lugar, y concentrándonos en lo que nos concierne, la filosofía, la ciencia histórica y la labor filológica, están siendo las encargadas de revalorizar el estudio de la Historia de la Filosofía Hermética, desde al menos el comienzo del pasado siglo XX, alejándola de las mareantes interpretaciones esoterizantes.

Es curioso observar cómo los pretendidos continuadores o seguidores de la filosofía hermética, ostentan errores metodológicos imperdonables a la hora de emprender cualquier acercamiento a los textos. Y lo digo sin altanería de ningún tipo: yo, sin ir más lejos, soy un simple ignorante, pero sí sé una cosa: cuando uno desea aprender, debe dejar a un lado las supuestas iluminaciones o afortunados hechos palingenésicos, para abrazar la inocencia y la humildad del que no sabe, y desea saber. Pues bien, esta humildad es practicada, sobre todo, por los historiadores de verdad, y no por los tradicionalistas, defensores de una supuesta philosophia perennis o una "tradición esotérica universal", o por los "iluminados", sujetos petulantes y en muchas ocasiones iletrados.

En efecto, si el lector se da una vuelta por Internet o por la librería de la esquina, podrá comprobar en muy poco tiempo cómo toda la masa informe de datos sobre hermetismo y cuestiones más o menos relacionadas, está viciada de muchísimos errores cronológicos, de incorrecciones filosóficas, y de verdades del tipo "porque lo digo yo y punto". Estos fallos irritantes se suelen esconder tras eslóganes que suenan más o menos así: "Las interpretaciones son muchas y relativas", o "hay que aprender a leer entre líneas", o bien, "el conocimiento religioso (o metafísico, como a veces lo suelen llamar), nunca debe tomarse al pie de la letra"... Pues bien, estos lugares comunes que servirían estupendamente a un fervoroso creyente o exégeta de la Biblia, en este caso tapan una indecorosa ansia de vanidad y protagonismo. El propio José Rodríguez lo ha comentado alguna vez refiriéndose a los "alquimistas iluminados". No se trata de conocimiento, sino de la propia naturaleza de la filosofía hermética; es decir, la paideia hermetica es también una vía para alcanzar una supuesta verdad revelada que procede de Dios mismo, y que posibilita la comprensión de todos los misterios divinos en una visión pansofística... Una visión que se desarrolla igualmente en una praxis que hace del hombre un ser con la facultad de elevarse a Dios y poder manipular su manifestación física. Este concepto de gnosis (optimista) tan seductor ha posibilitado que muchos presuntos "filósofos herméticos" se hayan creído en posesión de una verdad que, evidentemente, no tenían.

El hermetismo jugó un papel importantísimo en el Renacimiento y el Barroco, como filosofía aliada de las posiciones cristianas. En ese sentido, sus aportaciones fueron asombrosas y son dignas de estudio. En otras palabras: el grado de complejidad y sofisticación de ciertas filosofías religiosas y místicas relacionadas con las eternas reinterpretaciones de la filosofía platónica (el hermetismo es un caso), llegaría a ser asombroso durante el Renacimiento y el Barroco. Los largos siglos que siguieron son calificados erróneamente por algunos estudiosos como "de silencio", pero aunque su punto de vista es erróneo, su desdén está más que justificado. Digo esto porque una de las críticas contemporáneas a los estudios científicos sobre el hermetismo, es que la visión científica ignora la grandeza de los textos estudiados, cuando la verdad es que los modernos postulados "herméticos" no alcanzan ni de lejos la belleza y profundidad de los textos tardoantiguos y sobre todo renacentistas. Y lo más importante: la moderna visión de los hermetistas es eso mismo, una visión moderna. Una visión viciada por ser sólo un antagonismo dirigido contra la ciencia, y por el desencanto de un mundo incómodo, tecnificado y "ateo". Pero además, esta visión es ahistórica, lo que quiere decir que la elección de los textos y su catalogación es errónea. No se puede pretender meter en el mismo saco textos antiguos, tardoantiguos, medievales, renacentistas, barrocos, iluministas u ocultistas... Textos que son cristianos, gnósticos, neoplatónicos, herméticos o meramente platónicos; textos que van desde la refinada filosofía (neo)platónica de Plotino hasta cualquier manuscrito astrológico puesto accidentalmente bajo la advocación del Trimegisto. Y sobre todo, señores míos, no se puede pretender jugar a comparar tan alegremente tradiciones religiosas tan distantes e incluso contradictorias como la cristiana, la islámica, la budista, la hindú, o la precolombina.

Sencillamente, la interpretación dada por cada época histórica a esta ingente producción literaria difiere espectacularmente, y hay que tener en cuenta esta dispar interpretación a la hora de enfrentarse a un texto. No vale con alegar "perennes filosofías" o "tradiciones ancestrales", u "ocultos conocimientos universales" y demás vaguedades. Caballeros, las cosas en su sitio.

sábado, 19 de abril de 2008

Ciencia, ocultismo y decadencia


He tenido mucho tiempo para recorrer la red buscando cualquier cosa relacionada con el hermetismo. Como cualquier realidad humana, la filosofía hermética ha dado a luz vástagos maravillosos (creo que en mis anteriores entradas he dado algunos ejemplos), y también ha expulsado a este mundo abortos. Normalmente (lo que resulta significativo) esos abortos están relacionados de una u otra forma con la ingente morralla pseudo-ocultista contemporánea, o con movimientos "neo-gnósticos" (o como se diga), y otras corrientes de nuevo cuño de las que he tenido noticia, y que ni me molesto en comentar. Sinceramente todas estas realidades me dan repelús. De hecho, vagamente puedo entender cómo la abundantísima proporción de obras sublimes relacionadas con el hermetismo (por otra parte, concentradas en el Renacimiento) ha podido degenerar en eso. Pero que nadie me malinterprete, no considero que el ocultismo sea una estupidez sin más; de hecho, pienso que algunos de los movimientos ocultistas decimonónicos no estuvieron exentos de grandeza. Algo en modo alguno sorprendente, teniendo en cuenta los extraordinarios niveles de civilización que se alcanzaron en el siglo XIX.

Desde luego, entiendo por qué los ocultistas se maravillaron del pasado, y entiendo su desencanto con ciertas filosofías supuestamente sostenedoras de la ciencia moderna. Aunque, por supuesto, nada fuera tan sencillo: muchos reputados ocultistas fueron asimismo científicos, etc. Ciencia, filosofía y religión no han estado siempre divorciadas, y ahí tenemos para demostrarlo al que creo ha sido el mayor genio científico de la Historia: Albert Einstein. De hecho, considero que el pilar más sólido para una buena teoría científica es la pasión por conocer, y no la pasión por resolver una ecuación (y no sé por qué me viene a la cabeza la famosísima Breve historia del Tiempo de Hawking). Volviendo a lo que nos incumbe, debo decir que cualquier filosofía construida de raíz para ser simplemente una oposición a cualquier otra, evidencia su fragilidad. Desde mi punto de vista, las estructuras filosóficas más sólidas, y las que perduran por más tiempo, son aquellas que contruyen sin necesidad de destruir. Casi cualquier teoría elaborada por el hombre es susceptible de contener algún elemento de utilidad; las filosofías totalizadoras, o aquellas que pretenden elevar un método como indiscutible, y en general las que se autodenominan más allá de toda duda como verdaderas, mienten en diverso grado.

Otra cosa son las posiciones dialécticas propias de la controversia ideológica (un elemento que por lo que veo ha desaparecido en nuestros días). Digo esto porque considero esencial para el avance de las filosofías y las ciencias el enfrentamiento directo. El enfrentamiento lleva a menudo a la alianza y la construcción de algo más grande, y precisamente por este hecho, las polarizaciones y las escuelas de pensamiento aisladas, predominan en las épocas de decadencia cultural (como la nuestra). En efecto, tiene algo de razón Festugière al sostener al comienzo de su Révélation que las filosofías bajo el dominio de los Antoninos eran unas filosofías envejecidas, pero lo que no entiendo es que utilizara al hermetismo como un ejemplo de esto (por supuesto, se entiende contando con que consideraba al hermetismo como una filosofía degenerada y llanamente helenística y una mística de salvación más). Desde luego, es fácil colocar a Platón y a Aristóteles en el centro de la Escuela de Atenas, y decir que todas las filosofías platónicas y peripatéticas son sólo un producto degenerado de la obra de sus maestros.

Todo esto venía a cuento porque ayer mismo estuve sondeando la red, en busca de páginas sobre magia salomónica y demás temas relacionados, a raíz de mi lectura del trabajo de Pablo A. Torijano, La Hygromanteia de Salomón (1999) (trabajo que se puede encontrar en la sección que Azogue dedica a artículos y otros documentos), y una cosa llevó a la otra. Además, estuve bastante rato entretenido con la sección que Adam McLean dedica a artículos de tono académico y esotérico, sección que lleva frecuentemente a otras páginas de individuos relacionados con la alquimia y el hermetismo. Páginas que se mueven entre lo interesante, lo curioso, lo inquietante y, por qué no, lo cómico, como una en la que su autor, un tal Jay Weidner, pone en relación la conocidísima obra de Tolkien con la simbología alquímica.

martes, 15 de abril de 2008

La Nueva Filosofía Universal


"Ni todos los que se llaman caballeros lo son de todo en todo; que unos son de oro, otros de alquimia, y todos parecen caballeros, pero no todos pueden estar al toque de la piedra de la verdad". Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha.

Desde que hace meses hojeé la magna obra de Patrizi (1529-1597), Nova de Universis Philosophia (1591), ardo en deseos de profundizar en ella. Es curioso que mis primeras impresiones sobre la obra hayan resultado ser correctas en muchos casos, y me explico: desde que tuve la obra en mis manos supe que la maravillosa visión patriziana era nada menos que una nueva metafísica cristiana sobre sustento hermético, enlazando la visión teológica con la estrictamente científica, en un edificio filosófico admirable. Esto se debe no a mi sapiencia, sino a su sugerente título y a la claridad con la que el filósofo de Cres aborda esta titánica empresa. Por supuesto, no debemos olvidar que sus concepciones cosmológicas se encuadran en un sistema metafísico anterior a Galileo, Newton y a los increíbles avances del siglo anterior, de los que el actual siglo XXI es heredero.

Sólo conozco a dos personas que se hayan ocupado de la visión cosmológica de la Nueva Filosofía; una fue (porque falleció lamentablemente en 2006) Eugene E. Ryan, profesor de la Universidad estadounidense de Carolina del Este, y la otra es Tomislav Petkovic, actual profesor de la Facultad de Ingeniería Eléctrica y Computación de Zagreb (Croacia). Sé de la existencia de otros trabajos relacionados con la materia: una obra del año 1941 de un tal Benjamin Brickman, cuyo título es An Introduction to Francesco Patrizi's Nova de Universis Philosophia, autor asimismo de un artículo titulado "Francesco Patrizi on Physical Space", en Journal of the History of Ideas 4 (1943); además, aún tengo que ver la obra de Anto Misic, Metafisica della luce in "Nova de universis philosophia" di Franciscus Patricius (1995).

Pues bien, estos dos autores (E. Ryan y T. Petkovic) desarrollan en sus trabajos una visión muy interesante sobre el filósofo croata. Eugene Ryan se interesó por una visión un poco más "filosófica" (crítica antiaristotélica), y Petkovic ha optado, debido a su preparación científica, por un acercamiento a la obra de su compatriota desde la Física contemporánea (Teoría de la Relatividad, de las mareas, modelo copernicano-patriziano, etc.). El primero se ocupó principalmente de la apasionante concepción de la luz contenida en el libro "Panaugia" de la Nueva Filosofía; esta concepción tiene la virtud de que puede ser puesta fácilmente en relación con la teoría einsteniana de la Relatividad Especial de 1905 (postulado "L"), porque de hecho, ambas concepciones, la de Patrizi y la Einstein, se parecen mucho en cuanto a la importancia concedida por ambos a la luz en el funcionamiento general del cosmos. Por otro lado, Petkovic ha tratado de relacionar la Nueva Filosofía con las modernas concepciones del espacio dinámico (y no sólo sobre bases einstenianas, sino también contando con el trabajo de genios como Hawking y Penrose).

Pero lo más importante del trabajo de estos dos excelentes maestros es que ambos han revalorizado la obra de Patrizi, y a la luz de los increíbles avances de la Física en el último siglo. El cosmos de Patrizi es un cosmos vivo y en movimiento, un cosmos cuya maquinaria está basada en una "emanación lumínica" dinámica (lumen-radii-calor), y que, en palabras del propio Petkovic "has demonstrated the possibility of reconciling philosophy, physics, mathematics and astronomy". Y es esta sobresaliente visión la que me fascina particularmente, y sobre la que me gustaría seguir indagando. Aunque trataré en breve de dejar constancia de mis impresiones más distendidamente, he de decir que no me parece casualidad que dos de las cosmologías más celebradas de la desembocadura del Renacimiento hayan sido inspiradas por el hermetismo; la de Bruno es bien conocida, pero no ocurre lo mismo con la de Patrizi, y sincera y humildemente trabajaré para que su magnífica obra no caiga en el olvido.

No me gustaría acabar sin comentar la nueva sección que Azogue dedica a los "cuadernos de investigación". Hace ya unos cuantos meses que me puse en contacto por primera vez con Azogue. Recuerdo que no albergaba mucha esperanza de respuesta, y recuerdo además que le decía a José Rodríguez que sería interesante que la revista se convirtiera en un referente para otros investigadores interesados en la alquimia, y demás campos de estudio relacionados. Precisamente por esto, pienso que la nueva sección de Azogue es una excelente oportunidad para otros investigadores en mi misma situación, y desde aquí animo a todos los indecisos a que perseveren, y a que aprovechen esta oportunidad brindada por su editor. Asimismo, y aunque no me gustaría hacer de esto un cuaderno de otro cuaderno, ofrezco mi apoyo a la propuesta esbozada por José Rodríguez en su Weblog de formar una sociedad española de historia de la alquimia y cuestiones relacionadas. Con excelentes investigadores como Miguel López, Mar Rey y José Rodríguez (y otros que seguro vendrán), la cosa está hecha. ¡Ánimo!

viernes, 11 de abril de 2008

Conferencia, arte y esoterismo


El otro día Hanegraaff nos envió a todos los miembros de la European Society for the Study of Western Esotericism (de ahora en adelante, "ESSWE"), un correo anunciando la próxima conferencia que celebrará dicha organización. Será en Estrasburgo (Francia), del día 2 al 4 de julio de 2009, concretamente en la "Maison interuniversitaire des Sciences de l'Homme-Alsace". La conferencia llevará por título "Capitales del esoterismo europeo y diálogo transcultural". De momento se invita a todos los miembros a que envíen sus propuestas de ponencia. En el "llamamiento" publicado en la ESSWE se explica perfectamente por qué se ha elegido este tema. Normalmente, los investigadores tienden a estudiar aspectos concretos de un determinado autor, o bien determinadas corrientes de pensamiento valiosas para el entendimiento del esoterismo occidental, pero este hecho indiscutible hace que se margine el aspecto espacial o geográfico del fenómeno hermético o esotérico.

Los trabajos a presentar pueden referirse a un hecho histórico "real", principalmente teniendo en cuenta un contexto urbano y eminentemente europeo: intercambios culturales, económicos, comerciales, y de difusión editorial, y su relación con el estudio del esoterismo; o bien pueden encuadrarse en una recreación literaria (como por ejemplo el Londres de Los tres impostores de Machen o la Praga de El Gólem de Meyrink). Personalmente creo que esta visión geográfica y transnacional del fenómeno esotérico ayudará a poner en valor la importancia histórica del hermetismo. Si en nuestros análisis sólo nos ceñimos a ciertos autores, y a corrientes subterráneas, o a "subculturas" modernas más o menos marginadas, ayudaremos a que la visión que se tenga sobre estas cuestiones linde con lo tenebroso, lo extraño y lo escabroso. Con lo excepcional, en una palabra. Y nada más lejos de la realidad: los fenómenos históricos asociados al hermetismo han estado presentes en muchas de las controversias ideológicas desde la Antigüedad hasta nuestros días. La realidad urbana siempre ha acogido con gran interés las eternas reinterpretaciones del hermetismo a lo largo de la Historia, desde la Alejandría de los Ptolomeos hasta las enormes babilonias contemporáneas de Europa y los Estados Unidos. Quizás la excepcionalidad sea un rasgo inevitable de la (desde mi punto de vista) actual decadencia de la filosofía hermética y otras filosofías platónicas.

En España se me ocurren algunas ciudades que estuvieron relacionadas con movimientos cercanos al hermetismo. En el llamamiento citan a Córdoba, pero se olvidan de la que creo fue la más importante: Toledo. Toledo fue el punto neurálgico de estudio de la astrología-astronomía, de la filosofía natural y la "magia natural", al menos durante toda la Plena Edad Media, y su prestigio llegaría a ser incontestable en el resto de Europa. El intercambio civilizatorio se llevaría a cabo contando con figuras de la talla de Ishaq ben Sîd y Yehudá ben Mošé (hombres esenciales en la confección del Corpus Alfonsí), además de otros autores (traductores), como Domingo Gundisalvo, Juan Gil de Zamora, Virgilio de Córdoba y Juan de Sevilla. Por supuesto, tampoco debemos olvidarnos del Sefer ha-Zohar, concebido en su mayor parte por Rabbí Mose Sem Tov de León, o del propio Ramón Llull (quizás la principal figura a tener en cuenta)... Y adelantando en el tiempo caeríamos en plena Salamanca, topándonos con el desenfadado Diego de Torres Villarroel. Sin lugar a dudas hay mucho material para varias ponencias, y me gustaría estar en disposición para elaborar una de ellas. En cualquier caso, trataré de estar allí el próximo año con un buen cuaderno de notas.

Cambiando de tema, hoy redescubrí entre mis documentos un proyecto muy interesante relacionado con el arte y la influencia hermética. Las autoras de semejante proyecto son dos miembros de la ESSWE: Marty Bax y Andréa Kroon. El proyecto no es otro que la elaboración de una obra conjunta denominada The Initiated Artist. Methodological Introduction into Western Esotericism in Art, 18th-20th Century. Los detalles pueden consultarse en H-Net. Considero muy útil que los historiadores del arte comiencen a poner en valor la simbología hermética o esotérica, y además que comprendan la filosofía que alimenta esa simbología. Al fin y al cabo, muchísimas obras de arte no pueden ser entendidas sino por gentes versadas en el lenguaje "esotérico".

martes, 8 de abril de 2008

¿Obstáculos? Sí, por favor


"¡La sangre pagana vuelve! El Espíritu está próximo, ¿por qué Cristo no me ayuda, dando a mi alma nobleza y libertad? ¡Ay! ¡El Evangelio ha pasado! ¡El Evangelio! el Evangelio". Arthur Rimbaud, Una temporada en el Infierno.

La universidad me decepcionó desde el principio. Luego supe por Pío Baroja que mi decepción se parecía mucho a la del protagonista de su Árbol de la ciencia. He tenido bastantes años para conocer el porqué de esa decepción, y aunque este cuaderno no es un "libro de reclamaciones", me voy a permitir decir lo que pienso, para así poder explicar mejor al lector los obstáculos que he encontrado en mis "estudios herméticos". Cuando José Rodríguez me animó a que dejara constancia aquí de mis pensamientos y desventuras, quedé desconcertado: "¿por dónde empiezo?", pensé. Sólo afloraba en mí un canino deseo de desahogo... pero que nadie se asuste, confieso que me exasperan el pesimismo cáustico y el lamento gratuito. Pues bien, desde el principio pude ver que la universidad no era aquel lugar donde las personas que deseaban conocer se reunían para compartir sus cultas pasiones; esta carcajeante candidez que el lector debe achacar sin más a la edad, dio paso a la realidad. Realidad que por no venir al caso no describiré.

Me parece bien que sensibles y concienciados estudiantes se reúnan para actividades teatreras y poéticas, amén del politiqueo comunistoide... Lo único malo es que parecen ser los únicos intereses intelectuales o pseudointelectuales de la afamada comunidad estudiantil. Volviendo a lo que nos incumbe: ¿cuáles son las consecuencias de todo esto? Pues nada menos que catálogos informáticos incompletos y desquiciantes, bibliotecas caóticas y desorganizadas, profesores insufribles, botarates y aburridos, actividades y cursos de interés dudoso, decadentes espectáculos botellonescos... En cualquier caso, mi primeriza reacción misántropa ha evolucionado hacia una ironía compasiva. "Sois la generación del todo a cien", recuerdo que dijo una vez un profesor muy estimado por mí... aunque lo peor fueron las caras de incomprensión, indiferencia y nihilismo difusode mis queridos compañeros ante esas alarmantes palabras.

"Qué libros más raros pedís", me dijo una vez una bibliotecaria (obsérvese el curioso e inquietante plural). Y sí, hace años que pido libros raros, preciosas joyas del saber olvidadas en esas bibliotecas que gracias a Dios están desiertas para mí. Y es que, en general, los libros que lindan con el hermetismo están relegados a viejos sótanos polvorientos. Descatalogados, mal colocados, extraviados, olvidados... así es el triste destino para muchos libros, y teniendo en cuenta esto, una de mis aficiones es hacer que esos libros se cataloguen, la de colocarlos bien y recuperarlos, y leerlos.

Por todo esto, cuando descubrí Azogue hace algunos años y supe de su editor, pensé Ecce homo, he aquí el hombre. Un investigador que dedica su tiempo a su pasión y sin subvención, y además un investigador joven... Dice José Rodríguez en su Weblog que no sabe cómo me habré tomado sus indicaciones sobre el erial hermético español, y además que él se hubiera "hecho cruces". Pues bien, cruces no, más bien elevé un rezo a la Virgen de Montserrat.

jueves, 3 de abril de 2008

Presentación


"Ideoque philosophi sunt quodammodo pictores atquo poëtae, poëtae pictores et philosophi, pictores philosophi et poëtae, mutuoque veri poëtae, veri pictores et veri philosophi se diligunt et admirantur". Giordano Bruno.Explicatio triginta sigillorum.

Confieso que desde hace años escribo un diario personal con referencia no sólo a mis estudios sobre hermetismo; sus entradas son pocas y sólo vuelvo a él cuando es estrictamente necesario, con el fin de aclarar toda la información acumulada, o en pocas palabras, cuando mis "ideas" ya no pueden ser retenidas y necesitan salir. Este diario no tiene nada que ver con aquél, aunque sí es, en cierto modo, personal. El valor de la subjetividad radica en su estilo llano y directo, y por esta razón es el más indicado para dirigirse a otros estudiosos en mi misma situación.

Antes de comenzar a enumerar algunos de estos pensamientos es necesario que explique el porqué de mi apego por la filosofía hermética. Sé bien que este campo del saber se presta fácilmente a la fascinación, y admitámoslo, esa fascinación es en muchos casos el núcleo de su atracción como terreno académico. En cierto modo (porque nada es tan sencillo) es mi caso, y no porque sea un "filósofo hermético" encubierto bajo extravagantes ropajes academicistas, sino por cuestiones que un hombre bien informado indicaba magistralmente:
"We can only get to know God by exploring his creation: the centre is everywhere. By studying matter -plants and animals, minerals, the human body, the zodiac - man can learn to see that matter is ensouled. He will come to understand the relationship between that which can be explained and that which cannot, and finally confront the Creator himself. The way of Hermes follows the classical road of initiation: through matter, via reaching into the inner self, to the connection with the spirit, and a conscious existence in God: matter, soul, spirit. 
Everything existing within creation is ensouled, in everything that exists the divine force is present as a life force. God has written his character in nature with fiery signs. He is transcendent and immanent, he cannot be understood, but he is present everywhere, also in so-called "dead" matter. Matter is not dead, it is the other side of energy. The building materials of the universe consist of the same atoms and energies which make up the human body: man is solidified stardust". Joost R. Ritman. Originally published in Dutch in Trouw 17 February 2003.
La filosofía hermética despliega una potencia seductora singular sobre nosotros, los hombres de la Modernidad. Esto es así desde el siglo XVIII, desde que las "Luces" deslumbraran a nuestra civilización, arrastrando al pozo negro de la precientificidad a todas aquellas técnicas y modos de pensar poco cercanas al método cartesiano. Las reacciones a esta "invasión de la Razón" no se hicieron esperar, y de entre el fragor de esas "reacciones" asomó una vez más el hermetismo... Pero que nadie se llame al engaño: no expongo todo esto con el fin de posicionarme doctrinariamente, sino con la simple intención de dilucidar una de las razones de la pervivencia de la gnosis hermética (por supuesto, entre otras "gnosis" o movimientos espirituales) en nuestros días. Y ni siquiera la historiografía es ajena a esta fascinación: de un lado debemos distinguir entre los historiadores para los que su labor es parte de su propia visión filosófica sobre las cosas (un ejemplo:http://www.traditionalists.org), y aquellos otros para los que el trabajo del historiador tiene un valor realmente universal, es decir, aquellos para los que la historiografía es una ciencia y no un disfraz con el que ocultar sus inclinaciones doctrinales o filosóficas.

Debo decir además que una visión ahistórica no tiene necesariamente por qué ser una visión "falsa" de las cosas. Es sencillamente que no es histórica. En estos delicados campos de investigación (y podemos generalizar refiriéndonos a cualquier intento abordar las formas de pensamiento antepasadas), la visión del historiador a veces difiere de la del filósofo. Con buen criterio Guthrie aludía a esta cuestión en su maravillosa Historia de la Filosofia Griega, cuando contraponía la tendencia de los historiadores a concebir su objeto de estudio como un fósil o un cadáver al que hay que diseccionar, mientras que para el filósofo ese objeto es un fenómeno vivo que se puede y se debe aprovechar o criticar.

A algún malicioso se le podría ocurrir que muchos "reaccionarios" se han ocultado sistemáticamente tras la cortina de la ciencia histórica para exponer sus propias ideas acerca de lo que ellos consideran que es una "desacralización del mundo". Sin embargo es curioso que el simple hecho de tratar de analizar cómo era la visión (filosófica, religiosa) que tenían los habitantes del mundo antes de las "revoluciones científicas" (es decir, hacer historia), sea sospechoso. Ahora bien, y no deseo extenderme en estas áridas cuestiones metodológicas, creo que cierta clase de "materialismo histórico" se ha ocupado de desacreditar el trabajo desarrollado por el historiador del pensamiento. Así las cosas, ¿qué actitud debemos esperar hacia el estudio de la historia de la filosofía hermética? Hanegraaff deja bien clara esta cuestión en su excelente artículo “Some Remarks on the Study of Western Esotericism”, en Esoterica, I (1999), pp. 3-19. En él, el insigne catedrático de uno de los únicos centros especializados en el estudio del denominado "Esoterismo Occidental", enumera las principales dificultades metodológicas y las actitudes del moderno estudioso con respecto a este singular objeto de estudio.

Desde luego es irrelevante el cuestionarse una y otra vez la autonomía de la disciplina histórica que Faivre denominó "Ésotérisme Occidental". Lo que debemos hacer es desarrollar, como Hanegraaff constató, un campo de estudio interdisciplinar, dirigido a ciertos aspectos recónditos y no muy bien estudiados de las culturas occidentales. Otra cosa bien distinta es qué aspectos, corrientes y movimientos debamos de incluir en esa disciplina. Y como es natural, que estos aspectos hayan sido menospreciados o aplastados por la incipiente ciencia decimonónica y sus filosofías sustentadoras es irrelevante para el historiador. Es evidente que aquí no acaban los problemas... al fin y al cabo es difícil deslindar la visión estrictamente universalista y científica de nuestra propia opinión sobre los hechos, pero para acabar con semejante diatriba ilusoria quizás sea preciso hacer caso de Hanegraaff una vez más, cuando en el artículo citado deja constancia de que los estudios que suelen ser más valiosos para la ciencia son aquellos que se dirigen a un pequeño número de especialistas, debido a su concreción y a su efectivo formalismo. Las grandes visiones y las teorías espectaculares normalmente albergan grandes lagunas constitutivas, lagunas que arrastran al error a numerosos investigadores. No obstante, considero esencial partir de una visión de conjunto, por muy general o vaga que esta sea.

El hermetismo fue una fuerza viva en el Renacimiento, y sus aportaciones durante este periodo son, o al menos así lo creo yo, las más meritorias de su gran periplo histórico. Su exaltación del hombre y su actitud favorable a la intervención tanto física como cognitiva del ser humano en la Creación, precipitarían las más hermosas teorías sobre el funcionamiento del cosmos. Por esta razón, considero las obras de Yates Giordano Bruno y la tradición hermética y El Arte de la memoria, como mis dos clásicos predilectos, y además, pese a sus a veces arriesgadas teorías, son un ejemplo no sólo de labor histórica, sino también de entusiasmo y pasión investigadoras. El estudio del hermetismo conlleva una gran dificultad, y es imposible y estéril erigir una lista cerrada de características generales que nos ayude a descubrir su estela a lo largo de los siglos. Es más útil describir aquellas características que cada periodo histórico ha visto como más atractivas en esa amalgama de textos de dispar inspiración y periodo histórico que llamamos "hermetismo". Para colmo, debemos de tener en cuenta que la moderna visión sobre el hermetismo está viciada de un sesgo inevitable: la confusión entre "filosofía hermética" y "ocultismo". Este error de perspectiva puede llevarnos a una interpretación torticera del verdadero significado histórico-filosófico de la doctrina del Trimegisto.

Desde mi punto de vista, el hermetismo ha sido útil a la Historia en dos aspectos que considero fundamentales: de un lado posibilitó la creación de cosmovisiones tan bellas y monumentales como la de Patrizi (Nova de Universis Philosophia, 1591), o la de Bruno (De l'infinito universo e mondi, 1584); y de otro, conseguiría elevar la visión de sus contemporáneos hacia una nueva relación entre el hombre y el cosmos, sobre la base de una audaz concepción mística sustentada en buena medida en las artes lulianas, y en la recuperación de las quizás mal denominadas "ciencias herméticas", que precipitaron en muchos casos la ruptura epistemológica acontecida durante el siglo XVII. Asimismo, no hay que olvidar que la filosofía hermética siempre ha sido una filosofía con vocación universal, una filosofía que desde su cima renacentista supo mirar hacia la hermandad entre los hombres y la dignidad del género humano.

Esta página se publica en gran medida gracias a algunas personas que me han ayudado y enseñado. Así, debo mi pasión por la ciencia y su pasado a Francisco González de Posada, de quien tuve la suerte de ser alumno en los cursos sobre Cosmología que dio en la Universidad de La Laguna, y a los que asistí regularmente desde el año 2000; su vigor y vastedad intelectuales hicieron de mí un aficionado entusiasta de los logros de la ciencia moderna, y ese entusiasmo no ha menguado ni un ápice hasta el momento; asimismo, debo agradecer al profesor Luis Enrique Rodríguez-San Pedro Bezares sus amables conversaciones e indicaciones, sin las cuales no hubiera emprendido estos estudios. Al insigne catedrático Pablo García Castillo le debo unas magníficas y alentadoras sesiones herméticas, y por supuesto, a José Rodríguez Guerrero, al que debo mucho más que su mera confianza.